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El rayo de la muerte

sábado

“Rayo de la muerte”. Es posible que este término te suene a ciencia-ficción, a una expresión poco original sacada de películas como “La guerra de las galaxias”, pero en realidad es algo que va más allá, algo tan inquietante como peligroso si ponemos como contexto a la industria bélica y su afán por adentrarse en nuevas tecnologías.

El rayo de la muerte fue un concepto desarrollado por Nikola Tesla en su momento, una idea que más tarde retomó un científico español afincado en EE.UU a mediados del siglo XX. Su intención no era en absoluto la de causar daño alguno a la humanidad, todo lo contrario. Sin embargo, intereses políticos y sociales desviaron su finalidad hasta el extremo de que este sabio se viera obligado a destruir su propio descubrimiento por temor a que cayera en manos equivocadas. Una historia que bien merece ser recordada en nuestro espacio.
La necesidad de una nueva arma bélica
Nikola Tesla llegó a afirmar una vez que la Primera Guerra Mundial se llevaría a cabo mediante pólvora y los explosivos, mientras que las siguientes, se harían por medio de la electricidad. La verdad es que a las industrias bélicas les importaba bien poco los medios o las formas,  lo que siempre han ansiado las grandes superpotencias es conseguir tecnologías poderosas, mediante las cuales destruir el mayor número de personas e inducir así al propio “miedo” como recurso y arma de advertencia.
El mismo Tesla, a raíz de la Primera Guerra Mundial, declaró haber encontrado un arma perfecta. Se trataba de un rayo de partículas con 60 millones de voltios, un recurso con el cual desintegrar aviones, armas y a millones de personas. Pero ¡ojo!, su idea no era en absoluto utilizarla como arma ofensiva, al contrario, de ahí que la bautizara como “rayo de la paz”. Su idea, tal y como aparecía en el New York Herald Tribune, era crear una barrera alrededor de los países muy parecida a la Gran Muralla China, en la cual no pudieran pasar soldados enemigos, aviones, ni tanques. Era solo una idea que él tenía en la cabeza, un proyecto,  algo que no llevó a cabo porque falleció de modo inesperado en 1943. No obstante, sus investigaciones, diarios y borradores fueron confiscados de inmediato por el FBI.
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El concepto de “rayo de la paz” o “rayo de la muerte” fue desarrollado por otros científicos como Harry Grindell-Matthews, quien intentó vender, sin éxito, una maqueta de su idea al Ministerio del Aire del Reino Unido en 1924, o Edwin R. Scott, un inventor de San Francisco que dijo haber inventado un rayo de la muerte que desintegraba seres vivos a distancia y que derribaba aviones. Nunca se demostró. De hecho, sólo se obtuvo un atisbo de estas posibilidades con el invento del español Antonio Longoria.

El invento de Antonio Longorio

Después de la Primera Guerra Mundial el mundo perdió la inocencia. El mundo abría sus ojos, consciente de la oscuridad del ser humano y de su maldad, y al mismo tiempo se encendían nuevas esperanzas y nuevos conceptos. Estábamos en 1934, el año en que los niños empezaban a jugar con pistolas de rayos cósmicos, rayos capaces de paralizar y de desintegrar personas, tal y como ocurría en las viñetas de Alex Raymond con su héroe Flash Gordon.

Fue precisamente ese mismo año cuando varias revistas de ciencia y tecnología se hacen eco de una fabulosa noticia. En “Popular Science”, por ejemplo, y en su página 117 se hablaba de lo que un doctor asentado en Cleveland y llamado Antonio Longoria, había descubierto:

“Un arma con la cual, las palomas caen muertas al instante mientras vuelan por la acción de unos rayos capaces de alcanzarlas a una distancia de cuatro millas. Este es el logro que, supuestamente, ha conseguido el doctor Antonio Longoria, de Cleveland, Ohio, ha sido a su vez destruido por él mismo por considerarla letal y por atentar contra la propia humanidad”.



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Noticias en los periódicos sobre el descubrimiento
Un hecho desconcertante, sin duda. El mundo recibía con una mezcla de extrañeza e inquietud aquella noticia. La Reading Eagle, de Pensilvania, por ejemplo, hablaba de las grandes posibilidades para el ejército al poder disponer de un arma con semejantes posibilidades. Según decía en el propio artículo “El nuevo rayo de la muerte era tan poderoso que con él se podía destruir a un ejército entero. Estados Unidos, sería, pues, salvado de cualquier invasión por aquel rayo y en pocos segundos, desde una distancia sólo limitada por la curvatura de la Tierra. ”Pero, ¿qué es lo que hacía verdaderamente el supuesto “rayo de la muerte de Longoria”? Ese impacto de partículas conseguía que la sangre adquiriera de pronto una consistencia y un color parecido al de la glicerina, destruyendo todos los glóbulos rojos. Simplemente, aterrador. No hubo gobierno que no se interesara por esta supuesta arma, pero nadie pudo hacerse con su proyecto. Cuando Longoria fue consciente de lo que había desarrollado y de las aplicaciones que se iban a hacer de su descubrimiento, no lo dudó:destruyó la máquina y todos los papeles donde se desarrollaba la metodología. Antonio Longoria era un humanista, en una lección de ética e integridad se apresuró a convertir en cenizas cualquier rastro de su “rayo de la muerte”. Como dato curioso y para finalizar, en el epitafio de la tumba de este científico de origen español aparece la siguiente frase: “Dijeron que no se podía hacer. Él lo hizo.”

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