Acabas de terminar la comida. Antes de volver a trabajar, descartas tomar postre y optas por elegir entre café o té. ¿Qué bebida deberías consumir? ¿Cuál es el producto más recomendado para volver con fuerza y energía a nuestra actividad laboral?
El secreto que se esconde en el té y el café es, aunque no lo parezca, el mismo. Ambos contienen cafeína, un compuesto químico perteneciente a la familia de los alcaloides, descubierto inicialmente por el investigador Friedrich Ferdinand Runge en 1819. Su aislamiento en el café hizo que recibiera esa denominación, aunque también se conoce como guaranina o teína (en este caso, como referencia a su presencia en el té).
A día de hoy, la cafeína es la sustancia psicoactiva más consumida del mundo. Esta sustancia química tarda en hacer efecto sólo quince minutos después de su consumo, y necesitamos de al menos seis horas para eliminar del organismo la mitad de la cafeína absorbida. Su actividad en nuestro cerebro es de sobra conocida: se une a los receptores de adenosina, bloqueándolos y evitando que se una la molécula de adenosina, cuya estructura química es similar a la de la cafeína.
El efecto fisiológico del bloqueo de estos receptores es clave, ya que la cafeína hace que nuestro cerebro piense que “no está cansado”. Es decir, no es un acelerador de nuestra actividad, sino que más bien evita que pisemos el freno. En otras palabras, nos obliga a trabajar de una manera más despierta y activa.
Naturalmente, si nos pasamos consumiendo cafeína podemos experimentar algunos problemas de salud. Taquicardias, ansiedad, náuseas, dificultad para dormir, temblores o inquietud son algunos de los síntomas clásicos que aparecen cuando tomamos demasiada bebida estimulante. Pero si café y té presentan cafeína: ¿cuál debemos elegir?, no es una cuestión de cantidad, sino de concentración.
La cantidad de cafeína en el té es mayor que en el café. ¿Por qué solemos decir entonces que dos tazas de té equivalen a una de café? La respuesta está en que no valoramos el peso de cafeína, sino la concentración que consumimos. Normalmente, preparamos el té mucho más diluido que el café.
Por esta razón, la cafeína que hay en una taza de café ronda los 100 miligramos, mientras que esta cantidad se reduce a un rango entre 14 y 60 miligramos cuando hablamos del té. Por curiosidad, la mayor parte de bebidas de cola presentan unos 45 miligramos en un refresco de 340 mililitros.
Dadas las diferencias de concentración de cafeína en un producto u otro, es preferible que tomemos café si queremos reactivarnos después de comer. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que nuestro organismo no puede consumir esta sustancia psicoactiva de manera ilimitada.
La American Medical Association Council on Scientific Affairs recomienda que consumamos como máximo al día entre 200 y 300 miligramos de cafeína. En otras palabras, el número máximo de tazas de café que nos deberíamos tomar a diario oscila entre dos y tres, por lo que si preferimos aumentar el consumo sin que incrementemos considerablemente la ingesta de cafeína, es preferible que optemos por el té.
Si superamos la dosis de cafeína recomendada, podríamos sufrir los problemas de taquicardia, irritabilidad, ansiedad o náuseas antes mencionados. Como curiosidad, la dosis letal de esta sustancia se sitúa en los 150 miligramos por kilogramo de peso. Es decir, una persona de 75 kilogramos debería tomarse más de 75 tazas de café para poner en peligro su vida.
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