El joven fue a hacer lo que le dijo el jefe sin protestar pero sin creer nada de lo que había escuchado. Al terminar se percató de que el último camello se quedó tranquilo junto a sus compañeros. Al amanecer el joven vio con alivio que el camello permanecía allí donde lo había dejado. Entonces liberó a los otros 17 camellos ya que pronto debían partir. Cuando la caravana se puso en camino, el joven corrió hacia su jefe diciendo: Espere, espere, hay un camello que no nos sigue. ¿Es el mismo camello al que simulaste amarrar anoche? contestó el jefe con una media sonrisa en los labios. Sí ¿Cómo lo sabe? Seguro que esta mañana se te olvidó soltarlo. Pero no tiene amarras. Lo sé contestó pacientemente el jefe, pero el camello todavía piensa que está amarrado. Corre, simula soltarlo y verás que se pondrá en camino.
Muchas veces nosotros pasamos por lo mismo que el camello de esta historia. Alguien pudo atarnos con algo que no existe. A veces creemos lo que nos dicen y permitimos que nos dejen quietos, atados a complejos e ideas falsas acerca de nuestra capacidad, de nuestros dones y talentos. Nos quedamos quietos en un lugar inmovilizados por algo que no existe y perdemos oportunidades, dejamos que la vida se pase sin que podamos cumplir nuestro propósito.
¿Tienes sueños? Ve por ellos, ponte de pie y empieza a caminar, sal de la zona donde te has quedado esperando que alguien desate esa cuerda inexistente.
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