Rojas González comenzó su trabajo de inteligencia artificial hace más de 30 años, en Berlín, cuando realizaba su doctorado. “Después del doctorado, con un grupo de compañeros de la universidad, comencé a construir robots móviles para participar en competencias de futbol robótico. La idea era darle un ‘cuerpo’ a la computadora para que, en interacción con el entorno, pudiera aprender cosas nuevas”.
De ahí surgió la idea de plantear la creación de vehículos inteligentes. “Comenzamos en el 2006, cuando la agencia DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency) lanzó una convocatoria para un concurso de autos robóticos en California y pudimos llegar a la semifinal”, comenta.
Desde ese momento, crear un automóvil inteligente o autónomo ha sido todo un reto, principalmente al probarlo en avenidas con caos vial porque se requiere de sensores para medir el entorno; además, es necesario codificar las reglas de tránsito y agregarle a la computadora el “sentido común” que todos los automovilistas tienen (o deberían tener).
“Ese sentido común, junto con las predicciones del comportamiento del resto de los choferes y también de los peatones, debe ser añadido a la computadora que conduce el vehículo”, lo cual no es tarea sencilla, manifestó.
Así, los primeros vehículos autónomos, que se espera salgan a la venta en el 2020, se utilizarán primero en carreteras, donde todo el entorno está más regulado, y después de algunas décadas, cuando ya se haya perfeccionado la tecnología, se podrían diseñar automóviles más inteligentes, capaces de circular en ciudades con mucho tránsito, indicó el investigador.
La vocación de maestro
Desde hace más de 15 años, Rojas imparte clases en la Facultad de Matemáticas e Informática de la Universidad Libre de Berlín; además de su pasión por el lenguaje matemático, las leyes de la física y la innovación, otro aspecto que lo motiva es éste: “la investigación y la docencia van muy de la mano y se enriquecen mutuamente”. Asimismo, considera de vital importancia transmitir su conocimiento y experiencia a futuras generaciones de científicos.
A pesar de llevar varios años en Alemania, el académico aseguró que siempre se ha preocupado por no perder ese vínculo con México. Así, el científico ha contribuido en la formación y capacitación de jóvenes investigadores, a través de asesorías online.
“Creo que mi aportación principal con México ha sido la formación de estudiantes y académicos. He doctorado a cuatro estudiantes mexicanos y actualmente tengo tres doctorantes mexicanos”, afirmó el catedrático mexicano.
También indicó que tiene publicaciones compartidas con colegas mexicanos, además de que viaja a México hasta cinco veces al año para impartir cursos y talleres en universidades nacionales.
Desde su punto de vista todavía falta mucho por hacer en México en ciencia, tecnología e innovación; sin embargo, “ahora veo el panorama científico de México mucho mejor que cuando me fui a estudiar al extranjero. En aquella época, casi no teníamos profesores con doctorado; ahora hay una gran cantidad de académicos con doctorado”, lo cual ayudará a generar más conocimiento científico y desarrollo tecnológico.
En opinión del docente, el principal reto que enfrenta la ciencia y la tecnología mexicana es tener mayor contacto con el sector industrial, como sucede en los países más desarrollados.
“En Europa, la mayor parte de la investigación no se da en la universidades, se da en los laboratorios de las empresas”. Además, países como Corea del Sur o China obligan a las empresas trasnacionales a transferir parte de su investigación al país, así han obtenido “una industria de punta con investigación local de gran envergadura”, concluyó. (Con información de Agencia Informativa Conacyt)
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